“Hace dos meses que no ensayamos. Hace dos meses que no tocamos… A veces me pregunto si van a volver los recitales, si vamos a volver tocar frente a un público alguna vez…. Incluso me pregunto si alguien nos extraña: Ya parecíamos tan acostumbrados a la pantalla, a ponernos auriculares, a la comodidad del sillón y, encima, ahora una pandemia que insta a todo el mundo a quedarse en casa.
Las salas de ensayo cerradas, Pueblo viejo y los bares donde solíamos tocar también. Acá y en todas partes. Ni siquiera nos podemos juntar a ensayar en una casa…. Nosotros somos cinco integrantes, pero hay grupos de 7 u 8 o más, pero ni los que forman un trío tienen suerte ahora… No dan los metros cuadrados… No habría forma de no violar las normas profilácticas. Podemos arriesgarnos –claro, ganas no faltan-, pero no corresponde, por sentido común y por responsabilidad ciudadana.
Tenemos tantas ansias acumuladas como los que pugnan por salir a correr o hacer actividades deportivas y recreativas; no porque lo necesiten como medio de vida, sino porque el cuerpo y la mente lo requieren. Porque era parte de una vida que no tenemos más y no sabemos qué va a pasar…
La ciudad todavía no había terminado de bajar su agitación después de tanto carnaval. Después del verano, las noches de calor y fervor. Estaban saliendo fechas para tocar, soñábamos con juntar unos pesos y volver a grabar. Armamos la sala, pensando cosas nuevas… volviendo a la vida después de quiebres, separaciones y enfermedades.
Veníamos con impulso y con proyectos…
La pandemia y la cuarentena cayeron como una tormenta imprevista a dos horas del show. Cuando veníamos con el pulso acelerado y el cuerpo en marcha. Resoplando los aires nuevos que siempre llegan con todo cambio de gobierno dentro de un régimen democrático.
Pero la cosa se pudrió mal y de golpe. Todo cerró. Se prohibió el tumulto y el deambular de la gente, dos pilares fundamentales de esta actividad. Se cerraron bares, teatros, clubes y centros culturales. La sociedad toda tuvo que aislarse y distanciarse por motivos por primera vez ajenos a cuestiones de egoísmos y rencillas. Por miedo, sí tal vez; pero sobre todo para cuidarnos y cuidar al otro…”
Gera es baterista, en el ambiente de la música lo conocen como Chili, había armado una excelente sala de ensayo a la que fue modificando, ampliando y transformando también en un estudio de grabación. Sus ingresos dependían de ese proyecto: de los ensayos, las grabaciones y, además, de ser contratado como sonidista por varias bandas de la ciudad y en algunos eventos públicos y privados. También solía ser parte del staff técnico en el espacio cultural Pueblo Viejo: “Fuimos los primeros afectados y, seguramente, seremos los últimos que van a habilitar para trabajar. Fue un golpe duro, porque el laburo se cortó de manera abrupta. A veces en temporada baja uno se dedicaba a hacer arreglos y mantenimiento de equipos de sonidos y luces, poner en condiciones todo, pero ahora no hay nada. Te obliga a buscar alternativas dentro de lo que uno sabe hacer. Si uno se dedica al sonido en vivo es difícil, no se puede hacer nada. Si te dedicas al estudio de grabación, por ahí tenés la alternativa de hacer mezclas, mastering o edición de audios. Podes seguir haciendo algo desde tu casa”, explica Chili a este cronista de DIARIOJUNIO.
La mayoría de los músicos viven de la docencia de la música o de otras profesiones, oficios o trabajos en relación de dependencia, por lo general totalmente alejados de la actividad musical. Pero hay un grupo de músicos dedicados de manera exclusiva. Para ellos pan y ajo, y soportar estoicamente la realidad que las condiciones actuales le presentan.
Seba también es batero -casi un bronce en la historia musical de Concordia-, con una trayectoria de más de 20 años por diferentes proyectos musicales y formaciones: “Los que vivíamos de la música estamos súper complicados. El ambiente de la música ya es complicado de por sí. Hay de todo. Gente que vive de esto y gente que despunta el vicio y tiene otras prioridades, otras pretensiones. Pero justo estábamos empezando a juntarnos con otros músicos para encarar cuestiones respecto a una cantidad de cosas que atañen a los intereses tanto artísticos como económicos, pero surgió todo esto”.
La situación en Concordia había mejorado bastante desde hace un tiempo a la fecha, producto del aumento de la actividad turística y comercial, con la aparición de nuevos bares y hoteles que le dieron una mayor vida nocturna a la ciudad y abrieron nuevas puertas para el circuito musical. Lo mismo sucedió con la aparición de casas culturales que les dieron cabida a propuestas musicales autóctonas.
A pesar de que el descenso económico se sintió, Concordia seguía resultando una plaza con muchas variantes para la actividad en comparación con cualquier otro lugar de la región y la provincia. Desde el estado los recortes de lo destinado para apoyar movidas culturales fueron importantes, particularmente, los que se dirigen a espectáculos o festivales que no son para el público masivo.
Chili coincide en que “Concordia nunca fue una plaza excelente. Porque hay cierto techo, poco lugares para tocar, no hay tanta diversidad de eventos. Pero yo, personalmente, estaba en una etapa muy buena; sobre todo en verano que tuve la suerte de tomar algunos trabajos en la costanera como sonidista”.
Trapito es uno de los productores más prolíficos y activos de la ciudad y la región. Su trabajo es garantía de calidad, muy solicitado por los músicos locales, pero también se ha visto mermado por la inactividad. Su trabajo cruza la frontera de Concordia. Tiene clientes de todas partes y muchos de ellos provenían desde el Uruguay, pero el corte en el paso de frontera enfrió un poco ese flujo. “Obviamente todas las actividades están reducidas a poco y nada y, lógicamente, el rubro de la música está incluido. La actividad de los músicos que se ganan la vida en los escenarios esta reducida a cero y creo que lo estará por un buen tiempo lamentablemente. No existe show o espectáculo musical redituable sin aglomeración de público o debería valer 3 veces más el valor de una entrada. Haciendo cuentas -y no hay que ser muy inteligente- hasta que no se desarrolle una vacuna y se controle realmente la pandemia no me imagino un show musical. A lo sumo algo muy chico, con un público muy reducido, lo cual dudo que pueda ser posible por obvias cuestiones de rentabilidad. Así que la actividad de los músicos que se ganan la vida en los escenarios realmente está muy oscura por el momento inmediato y mediano plazo”, explica Trapito.
La reconversión
Según Chili la actual situación “te lleva a replantear la forma de trabajar y la manera de buscar alternativas dentro del trabajo que sabías hacer. Es muy difícil reinventarse cuando tenés tanto equipo puesto para una actividad específica ¿Qué haces con los equipos de sonidos, potencias, luces, micrófonos y demás? Yo tuve la suerte de encontrar algo para hacer. Empecé a hacer trabajos eléctricos a domicilios. Al no tocar las bandas y no poder hacer grabaciones, me obligó a cerrar la sala. Después lo que fue sonido y eventos, se cortó todo. Fue un corte brusco desde el inicio y lo será hasta el final.”
Trapito está muy relacionado vía internet con muchos colegas músicos que están trabajando y participando en grabaciones de álbumes o canciones: “Es una actividad paralela que no tiene mucho que ver con la actividad de los shows en vivo, pero es algo que se puede hacer perfectamente en estos tiempos donde no hay shows. Aunque le es mucho más difícil al que no lo venía haciendo empezar a hacerlo ahora, por cuestiones obvias: porque no es sentarse grabar una guitarra y enviársela a un productor que está en África. Lleva tiempo hacerse de los contactos y lleva mucho más tiempo que te llegue un correo WSP o messenger de alguien de otro lugar solicitando que quiere incorporar tus conocimientos a una producción. Por eso siempre hago hincapié en que hay que estar muy al día con las tecnologías. No es ser sólo un ´´buen o mal músico´´ como solemos erróneamente calificarnos: El músico de hoy es otra historia. Tiene que ser versátil, estar actualizado, tiene que saber dirigir un proyecto musical o una producción, tiene que saber manejar medianamente las redes sociales. A veces tiene que saber, incluso, poder editar un video. Cuantas más herramientas tenga, más chances de no quedar debajo del agua tiene. Y si es un ´buen músico´ aún mejor. Así que mi recomendación personal para los músicos que aún no están actualizados es que lo hagan, ya porque -si bien opino que el mundo seguirá como siempre luego de esta pandemia- hay cosas que llegaron para quedarse y una es el trabajo a distancia.”
Seba coincide que la situación general es terrible. Se han suspendido las fechas de todo tipo de evento, de reuniones de gente, las clases particulares también se complicaron. Para el artista independiente se ha cortado todo. Algunos tenían horas de clases en escuelas, eso es algo. Pero, para los que trabajamos sólo en el ámbito independiente, está dificilísimo. Yo tengo alumnos particulares. Con algunos sigo con las clases virtuales, videos llamadas, teleconferencias y con otros muchos chicos se complicó. La reconstrucción de la actividad uno trata de hacerla en el mismo rubro. También está la otra: muchos músicos hemos empezado a vender cosas que por ahí estaban en desuso como para poder cubrir algunos gastos.”
Lo que la pandemia nos trae
La situación excepcional vino a desnudar muchos problemas preexistentes en la sociedad. En el caso de los músicos quedó expuesta la fragilidad laboral y la indefensión del sector. Las pocas chances de subsistir en un mercado como las plataformas virtuales cuando se es independiente; además de la nula organización bajo algún tipo de figura que vele por los intereses del conjunto.
En todos lados, los empresarios de la noche y del espectáculo, por lo general, no son muy adeptos a lo que pueda ofrecer una banda local, prefieren apostar por lo que ya se conoce y funciona. Tampoco así suelen pagar bien y, muchas veces, los shows son en coproducción (por porcentajes de venta de entradas, por porcentaje de consumición, o a ojo del pagador que siempre encuentra razones para mesurar la paga) y muy pocas veces por un cachet fijo y suficiente.
Luciano es cantante y guitarrista de una de las agrupaciones que más trabajaba en la noche local. También cuenta en su haber con más 20 años de trayectoria en el ambiente musical. Actualmente, dada la situación actual, tuvo que poner todas sus energías en la actividad privada comercial : “Ya veníamos de una situación en la que tocar estaba complicado. Estamos todos solos, cada uno por su lado, arreglándoselas como podía. Se ha intentado alguna vez hacer algo para organizarnos, pero no prosperó. La única vez que intentamos acercarnos a la Asociación de Músicos para empezar a juntar a los músicos y tirar ideas, lo primero que quisieron hacer, antes que nada, fue cobrarnos un porcentaje sobre los shows que hacíamos y hacerles firmar contrataciones a los bares. Lo que terminaba por ser inconducente y, en lugar de abrir las puertas, las cerraba aún más, porque cuando en el negocio las cosas no salen como se esperan el empresario busca renegociar. Todo lo que intentaban hacer tiraba para atrás. Además es como que tenían una idea bastante equivocada de lo que ganamos los músicos.”
Santi también es baterista de larga trayectoria musical, para él la movida anterior distaba de ser la ideal. Considera que el lugar de la Asociación de Músicos es un lugar que quedó tan relegado que se perdió. Santi considera que la alternativa es sumarse a otras asociaciones como la OMI (Organización de músicos independientes), con una sede cercana en Concepción del Uruguay, y que se ocupa de asesorar, difundir e incluso financiar a bandas independientes. También considera que la pandemia dejó falencias al descubierto: “Si bien las herramientas tecnológicas ayudan a la actividad, puede también dejar afuera a muchos músicos a los que les puede costar adaptarse y convertirse en un método difícil de implementar.”
Para Trapito “es complicado describir la situación de una profesión que no tiene aranceles, que no tiene una representación ni legal, ni monetaria, ni nada. Así que la situación en si es imposible de generalizar. Lo que sé es que, ya antes de la pandemia, para los músicos que salen a tocar `fuera de sus casas´, que viajan a otras ciudades con el riesgo que conlleva, la tenían muy jodida. Por no decir patética. Hace más de 25 años que hago música y nunca vi algo igual. Es obvio que estas cosas pasan por que no hay una organización. Así que los únicos culpables somos los músicos. Creo que el día que los músicos se den cuenta que estudian tanto o más que ´un buen cirujano‘, recién ahí quizás se pueda ver cómo hacemos para darle el valor monetario a la profesión de acuerdo al tiempo que lleva formarse y el tiempo que lleva desarrollar esta preciosa y noble profesión. Ya que muy pocos viven puramente de la música percibo que no todos tienen los mismos intereses. Sería bueno poder ser representado de alguna manera. Lo que necesita un músico es una representación legal y económica, ya que considero que es un oficio más que esencial. ¿Se imaginan un mundo sin música? No existirían bares, boliches, carnavales, no existiría ni YouTube ni iTunes music, no existiría la danza y podría nombrar miles de cosas más. ¿Saben cuántos puestos de trabajo genera la existencia de la música? Muchísimo más que los mismos músicos, así que yo pienso que debería ser mucho más cuidada. Principalmente por los mismos músicos. Cosa que no veo que esté pasando ni antes ni ahora de esta pandemia”.
El futuro
Para Chili la vuelta a los escenarios será complicada: “Vamos a tener que empezar de cero, muy de abajo. Seguramente se volverá con algunos eventos chicos, con poca gente y sin la regularidad con la se venía trabajando. Lo que resultará en una gran dificultad para recaudar con entradas o cobrar un dinero decente.”
Trapito tiene una visión un tanto escéptica también: “No creo que se arranque de cero, pero lo que sé, es que seremos los últimos en salir a la cancha. Hasta que no se desarrolle una vacuna y se distribuya en el 100% de las personas, y eso puede llevar un buen tiempo, no me imagino de aquí a 4 o 5 meses un lugar con 500 personas amontonadas.”